Del cometa al centro de la Tierra

Una de las mentes más famosas de la humanidad es el ejemplo perfecto de cómo uno puede aplicar el método científico e igual llegar a conclusiones tontas.
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Columnista invitado: Hans Rothgiesser*


El cometa Halley es bastante conocido.  Se trata de este cuerpo denominado oficialmente como 1P/Halley, el cual es visible desde la Tierra cada 75 a 76 años.  Es el único cometa conocido que es visible desde la Tierra sin necesidad de telescopio en periodos tan regulares.  También es el único que aparece dos veces en el periodo de una vida humana.  La última vez que apareció fue en 1986.  La siguiente será en el 2061.  Ya había sido registrado desde el año 240 antes de Cristo, pero fue recién en 1705 que el astrónomo inglés Edmond Halley entendió que estas apariciones eran el mismo objeto.  Por eso lleva su nombre. 

Si bien mucha gente sabe lo que es el cometa Halley, pocos saben quién fue Edmond Halley.  Y es curioso, porque se trata de un pensador que no solo contribuyó a la astronomía, sino que además fue geofísico, matemático, meteorólogo y físico.  Aunque, claro, su aporte más valioso a la humanidad tuvo que ver con la comprensión de cómo funcionan las rutas de los meteoros.  También fue uno de los que hizo posible que el devastador libro de Isaac Newton, Philosophiae Naturalis Principia Matematica, fuese publicado en 1687.  De hecho, vale la pena mencionar que Halley usó las leyes de Newton del movimiento para solucionar el problema de la periodicidad del cometa Halley años después.  Así fue como predijo que el cometa regresaría en 1758.  No estuvo vivo para verlo, pero tuvo razón.

A partir de 1698 Halley hizo una serie de expediciones marinas y pudo hacer mediciones sobre el magnetismo del planeta.  Esto lo llevó a una profunda preocupación, pues encontró que la Tierra no tiene dos polos magnéticos, sino cuatro.  Por lo menos eso era lo que sugerían sus mediciones.  Hoy en día sabemos que el problema estaba que esa data que había levantado estaba mal.  Lo que pasó a continuación es un perfecto ejemplo cómo uno puede aplicar el método científico e igual llegar a conclusiones tontas debido a la evidencia errada.

Sugirió que lo que debía estar pasando era que la Tierra estaba hueca y que dentro hay unas esferas concéntricas que giraban de manera distinta a nuestra esfera con su eje.  Cada esfera tiene sus propios polos y que eso fue lo que había estado midiendo en sus expediciones.  Cada una de estas esferas tiene su propia atmósfera y posiblemente estaba habitada.  Gases que escapaban de esas atmósferas en el interior de la Tierra causaban el fenómeno de la aurora borealis.  Una teoría novedosa, pero totalmente errada.  Esto fue casi 200 años antes de que Jules Verne publicara Journey to the Centre of the Earth en 1864.

La idea de la Tierra vacía de Halley no acabaría ahí.  Por un lado, daría lugar a una larga serie de cuentos y novelas que parten del supuesto de que existe y que está poblado. Algunos de los autores más relevantes que la han visitado en sus textos son Edgard Allan Poe con The Narrative of Arthur Gordon Pym of Nantucket en 1838 y Edgar Rice Burroughs con At the Earth’s Core en 1914, entre otros muchos.  Y esto sería interesante y hasta tierno si acabase ahí.  Pero no.

También inició un movimiento de personas que realmente creen hasta hoy en día que es una posibilidad que la Tierra esté hueca y que tenga civilizaciones dentro.  Desde el veterano de guerra John Symmes que en 1812 promovía la idea de las esferas concéntricas hasta el herbalista Cyrus Reed Teed que aseguraba estar en contacto con una mujer del centro de la Tierra en 1869.  Desde William Reed que en 1906 aseguraba que no existían los polos, sino entradas al hueco interior de la Tierra hasta Marshall B. Gardner que en 1913 postulaba que en el interior de la Tierra hueca hay un pequeño sol.

Todo por una idea novedosa de una mente brillante a la que llegó usando un correcto procedimiento de razonamiento, pero a partir de evidencia errada.


*Economista de la Universidad del Pacífico con maestría en periodismo por la Universidad de Gales (Reino Unido). Actualmente miembro del Consejo Consultivo del Grupo Stakeholders.

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