Eppur si muove: Perú 2006 – 2022

Un resumen de la batalla por reencontrar un equilibrio social para retomar el camino del crecimiento económico y con ello la adecuada redistribución de la riqueza. Escribe Erick Iriarte, CEO de eBIZ.
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Columnista: Erick Iriarte, CEO de eBIZ.


Siete presidentes (Kuczynski, Vizcarra, Aráoz, Merino, Sagasti, Castillo y ahora Boluarte), una pandemia (COVID-19) y dos cierres del Congreso (uno efectivo y otro fracasado). Tres renuncias de presidentes. Diversos proyectos mineros que no han avanzado y otros que han tenido que retroceder en su despliegue, varias filtraciones de información por brechas de ciberseguridad en entidades públicas, inflación creciente. Este es sólo un resumen de los últimos cinco años en el Perú: Una batalla por reencontrar un equilibrio social para retomar el camino del crecimiento económico y con ello la adecuada redistribución de la riqueza.

Nueve presidentes hemos tenido en estos 16 años que pasaron. De éstos, sólo dos culminaron sus periodos normales, siéndolo todo el resto en los últimos seis años. En contraparte, en el mismo período hubo solo un presidente del Banco Central de Reserva: Julio Velarde Flores, considerado varias veces el mejor banquero central de América Latina, y en el 2015 también del mundo. Por eso, cuando preguntan cómo con tanta crisis continua el país sigue a flote, muchos dirían que parte de ese fenómeno probablemente se llame Julio Velarde.

Pero esa flotación también es explicada por la inercia de nuestro crecimiento -en especial aquella del 2001 al 2011 (y algunos agregarían hasta el 2014)-. En este período creció la inversión (en especial en minería y agroexportación), se mantuvo la estabilidad (y aún lo hace con un dólar relativamente bajo comparado con el resto de la región), hubo reglas relativamente claras para el empresariado y la pobreza se redujo (de 30,8% al 25,8% durante la presidencia de Alan García). Vivimos, en buena cuenta, un período de crecimiento económico de 7.8% en promedio anual.

«(C)uando preguntan cómo con tanta crisis continua el país sigue a flote, muchos dirían que parte de ese fenómeno probablemente se llame Julio Velarde. Pero esa flotación también es explicada por la inercia de nuestro crecimiento»


Pero los aires comenzarían a cambiar hacia 2011, al abordar el impacto medioambiental de la minería sin separar en análisis y el planteamiento de soluciones entre la informal, que era su principal responsable, y la gran minería formal. Aunque el país seguía creciendo, se fueron tomando decisiones que nos desacelerarían hasta llegar a sólo un movimiento por inercia.

Así, llegamos al 2016 con una inestabilidad política rampante, de recambios presidenciales entre elecciones y designaciones, por renuncia o por destitución, a lo que se sumaba a la reducción del valor de los minerales. Además, la pandemia evidenciaba un grave problema: la corrupción de funcionarios y la ineficacia e ineficiencia de gestión en la redistribución de la riqueza logró que el crecimiento económico no se tradujese en estar preparados para enfrentar una emergencia. Perdimos miles de vidas. También, mientras la producción se veía impactada, la informalidad y el nivel de pobreza volvían a crecer. Empezábamos a desandar lo avanzado gracias a gobiernos previos.

Hoy nos enfrentamos a cada vez menor inversión de largo plazo (para exploración, en el caso minero; I+D+i en el caso de otras industrias). Esto conlleva a la repartición de utilidades más altas a los accionistas -porque el dinero no se reinvierte-, y esto impactará la economía. Y a esto se agregan la refinería de Talara y la empresa estatal de petróleos: Una inversión enorme para el poco petróleo que tenemos junto el rescate de una empresa estatal inviable que pueden afectar la caja para los años por venir, al no obtener retorno pronto.

Es decir que, si bien tenemos aún las joyas de la abuela, algunos ahorros en el banco (cada vez menos, pero existen)y de vez en cuando todavía sale uno que otro buen negocio, lo que realmente viene evitando que no toquemos fondo es el empuje de la gente, ese no rendirse del día a día del “peruano chambero”, ese que se “recursea” y no se rinde. Pero hay un detalle muy importante: ese peruano, ante el quehacer político, se pone del lado, y eso también puede ser parte del problema. Frente a esa disociación entre la economía y lo político, quizás el camino a seguir creciendo pase por volverlos a juntar.

«Perdimos miles de vidas. También, mientras la producción se veía impactada, la informalidad y el nivel de pobreza volvían a crecer. Empezábamos a desandar lo avanzado gracias a gobiernos previos.»

Entonces, en este mundo en el que ni Velarde es eterno, ni tampoco nuestra flotabilidad frente a la crisis a punta de inventiva, son las políticas económicas que deberá desplegar en breve la flamante presidenta Dina Boluarte las que podrían marcar el inicio de un resurgimiento en esta historia que aún se sigue escribiendo, o tal vez ser la última decisión que nos arrastre al punto de no retorno.

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