Innovar para devorar

Muchas veces el éxito de una competencia no está en las características físicas sino en la preparación y disciplina. Por Hans Rothgiesser
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Columnista invitado: Hans Rothgiesser


El record era 25 hot dogs y un octavo en doce minutos en la edición del año 2001 del Concurso de Coney Island. Esto se refiere, por supuesto, a la famosa competencia internacional que se lleva a cabo desde 1997, en la que los participantes tienen que comer la mayor cantidad de hot dogs en ese lapso, acompañados de sus propios condimentos y bebidas. Ser uno de sus típicamente 20 participantes no es nada fácil: debes ser el campeón vigente, ganador de un encuentro previo regional, una de las dos cartas sorpresa (proceso que tiene sus propias reglas) o un invitado especial.

Hasta ese año, había ganado la competencia quien típicamente tenía mejores características físicas: la boca más grande, el estómago más grande, etc. Entonces llegó Takeru Kobayashi y comió 50 hot dogs, rompiendo el record y desafiando todos los preceptos. Flaco y de baja estatura, nadie que lo viera en la calle diría que se trataba de un campeón de tragar comida a la mayor velocidad.

Kobayashi se superaría a sí mismo seis veces consecutivas hasta el año 2006. A lo largo de su carrera ha ostentado otros récords: Ha devorado 150 bolas de arroz en 30 minutos en Tokio, 93 hamburguesas en ocho minutos en Cattanooga, 159 tacos en diez minutos en California, 62 pedazos de pizza en doce minutos en Canadá, 110 hot dogs en diez minutos en Nueva York, 13 sánguches de queso en un minuto en Texas, 337 buffalo wings en 30 minutos en Filadelfia, entre otros.

Su éxito tiene una explicación en varias partes, todas ellas producto de una mente brillante. Primero, está su Método Salomón, que es como llamó a la forma en la que parte el hot dog para comérselo de manera más eficiente. Mientras que lo usual era comerlo mordida tras mordida durante la competencia mordida, Kobayashi separa la salchicha del pan, la parte en dos y se las mete a la boca luego.

Pero la genialidad de este método ocurre antes, en lo que hace con el pan. Como el pan también es parte del hot dog y comerlo en el concurso es obligatorio, había que hacerlo más fácil de procesar. Y las reglas dicen que cada competidor puede traer al torneo su propia bebida. Así que Kobayashi trae agua. Y allí mete el pan. Así lo vuelve una masa menos voluminosa, más fácil de tragar, y que puede meterse a la boca junto con las mitades de salchicha.

Otra innovación suya fue denominada por otros como la Sacudida Kobayashi. Se trata de un movimiento del cuerpo que realiza para forzar la comida por el esófago, ganando tiempo y ayudando al estómago a recibirla. Kobayashi también asegura haber alterado su estómago a través de dietas especiales y ejercicios que él ha desarrollado, que le permitían expandirlo durante las competencias.

Fue por detalles como éstos que pudo seguir ganando a pesar de que pesaba alrededor de 60 kilos, como reportó en el 2009.  Ha llegado a ser nombrado el “abuelo de la comida competitiva”, incluso teniendo menos de 50 años. Y es que, hasta su llegada, se trataba de meterse panes y salchichas a la boca como sea. Recién con él se convirtió en una actividad que requería planeamiento, preparación y disciplina. Por eso el comer competitivamente tiene un antes y un después de Kobayashi.


*Economista de la Universidad del Pacífico con maestría en periodismo por la Universidad de Gales (Reino Unido). Actualmente miembro del Consejo Consultivo del Grupo Stakeholders.

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