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Bruce Springsteen es una leyenda del rock, pero su fama no está sólo en su música, sino en algo mucho más importante. Por Hans Rothgiesser
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Columnista invitado: Hans Rothgiesser


Es uno de los últimos representantes que quedan de una generación de estrellas del rock que ya no tendremos nunca más, con más de 140 millones de copias vendidas de sus 21 discos de estudio lanzados a lo largo de seis décadas de carrera musical, y creador de un nuevo estilo de música, llamado el heartland rock, un género que combina música de rock popular con letras cargadas de consciencia social y poética que aborda la problemática de la clase obrera norteamericana. No por gusto apodaron a Bruce Springsteen “El Jefe” (The Boss). Ganó 20 premios Grammy, dos Golden Globes, un Oscar y un Tony. En el 1999 fue incluido en el Salón de la Fama, ha recibido la Medalla Presidencial de la Libertad por Barack Obama en 2016, entre otros muchos reconocimientos. Según la revista Rolling Stone, de los más grandes artistas de todos los tiempos, él ocupa el vigésimo tercer puesto.

Sin embargo, por lo que más se le va a recordar, sin lugar a duda, es por sus poderosas presentaciones. Y no solamente impresionantes conciertos de rock que podían durar hasta cuatro horas, sino también un show en Broadway de él tocando solo por un par de horas, que realizó entre 2017 y 2018 y en 2021.

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Fue su enfoque en temas locales lo que hizo que Bruce Springsteen no sea completamente entendido por el público del resto del mundo. Esto, a su vez, es potenciado por el hecho de que participa en política local a través de campañas y organizaciones de beneficencia. Un caso emblemático es el de la canción de 1984 “Born in the USA” (“Nacido en EEUUAA” en inglés) que, aunque usada en distintas campañas políticas de distintas tendencias solamente porque el título llama a un sentimiento de patriotismo, en su letra aborda una temática que parece que ninguno de los publicistas que la eligen para acompañar imágenes grandiosas entendió: la dura situación económica en la que se encontraban los veteranos norteamericanos que regresaron de Vietnam, contrastada con la glorificación patriótica de su aporte a ese conflicto.

Ahí está la genialidad de este artista. Sí, musicalmente sus canciones son bastante logradas. No por gusto la mencionada “Born in the USA” está en el puesto 275 de la lista de las 500 mejores canciones de todos los tiempos de la revista Rolling Stone. Pero no es ahí en donde sobresale. Su diferencial está en el esmero que le pone Springsteen en darle voz a los marginados, empezando por los veteranos descritos en esta canción.

No obstante, reconocer la necesidad de abordar un tema para darle voz a un segmento de la población no es suficiente. Hay que entenderlo, de tal manera que luego, cuando se lance la canción, sea reconocida por ese segmento como su mensaje. Muchos acusan a Springsteen de oportunista por aprovecharse de las necesidades de personas para lanzar canciones populares. Como si fuera fácil.

Mientras que la música de Leonard Cohen es tranquila, porque acompaña textos introspectivos del ser humano, la música de Springsteen es grandiosa y escandalosa y ruidosa, porque habla de grandes temas sociales que requieren de esos excesos para sonar sincera y honesta. La incorporación de sonidos que no solían acompañar a una banda de rock n roll, como saxofones u otros instrumentos de viento, son apenas una consecuencia de eso. Excepto, claro, cuando habla de temas más sensibles, como en “Streets of Philadelphia”.


*Economista de la Universidad del Pacífico con maestría en periodismo por la Universidad de Gales (Reino Unido). Actualmente miembro del Consejo Consultivo del Grupo Stakeholders.

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