Mucho más que puñetazos

Un hombre nos probó que pese a tener todo en contra, innovar le puede abrir el camino hacia la victoria.
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Columnista invitado: Hans Rothgiesser


En Londres del siglo 18, él tenía mucho en su contra. De familia judía, cuando esta comunidad aún era vista con sospecha. Residente de East End, un barrio bastante pobre para la época. Bajo de estatura y no tan corpulento, todo haría suponer que no podría con sus contrincantes en el box, ocupación a la que llegara tras intentar otras varias profesiones. Pero Daniel Mendoza encontró la manera de poner eso a su favor y revolucionó así el box para siempre. Sus innovaciones fueron tan impactantes, que se les conoce como la “Escuela Mendoza”, basada en el “estilo científico”.

Antes de Daniel Mendoza, la disciplina del box era básicamente el intercambio de golpes por turnos entre dos personas fuertes y resistentes, esperando que uno aguantara más que el otro. Los boxeadores se quedaban quietos y esperaban recibir los puñetazos. Con Mendoza todo cambió. Él incorporó movimientos laterales para esquivar los golpes con velocidad. También incorporó algo tan simple como agacharse para evitar ser alcanzado en la cara, así como movimientos con los brazos para bloquear puñetazos en las zonas más vulnerables. Incluso la forma como se paraba era novedosa para su época, con un pie ligeramente por delante para darle ventaja al atacar con un puño. Está de más decir que para los boxeadores más duros y resistentes, todas estas tácticas eran consideradas trampa o propias de un cobarde.

La Escuela Mendoza también fue conocida como la Escuela Judía, por el origen familiar de su fundador. Fue precursora en quitarle el dominio a luchadores grandes y fuertes. Les daba ventaja a los luchadores de menor estatura, rápidos y con fuerza en su golpe. Les permitía a boxeadores vencer a contrincantes más pesados. En ese sentido, le brindaba algo de relevancia a la técnica por encima de la fuerza bruta y la resistencia física. Por otro lado, el box se convertía en un espectáculo más entretenido para ver, algo que fue provechoso para el negocio.

Sus técnicas fueron resultado de observar encuentros de esgrima. Entendió que mucho de esa disciplina se aplicaba al box. Conforme fue perfeccionando su estilo, fue teniendo cada vez más éxito en sus propias peleas. De hecho, a pesar de su baja estatura y su reducido peso en comparación a sus oponentes, puede haber sido el único peso mediano en haber ganado el campeonato para pesos pesados en Inglaterra.

En 1789 dio el salto a publicar un libro con sus hallazgos, El arte del boxeo. Se trata de uno de los primeros libros publicados sobre esta disciplina. Con esto, sus técnicas se esparcieron por todo Europa y por los Estados Unidos. Mendoza se volvió famoso. Todos lo apoyaban. Incluso llegó a conocer al rey de Inglaterra, el Rey Jorge IV.

Lamentablemente su fama no duró mucho, por sus malos hábitos. Era conocido que había incurrido en fraude, robo y asalto. Fue acusado de insultar a su esposa y de maltratar a sus hijos. Estuvo en la cárcel por no pagar deudas. Después de ser liberado en 1794, a pesar de ser el campeón oficial, su popularidad había decaído y sus ingresos eran tan reducidos, que no alcanzaba para mantener a su familia. Todo empeoró cuando en 1795 perdió su título al ser vencido por John Jackson, un boxeador más grande y joven. Luego de eso se endeudó para sobrevivir, estuvo en la cárcel nuevamente y rebotó en distintos trabajos.

Es una lástima que un personaje que innovó tanto y que haya tenido un enfoque tan técnico para analizar un deporte tuviese una vida personal tan conflictiva. No obstante, esto no le quita mérito a la Escuela Mendoza y a El arte del boxeo. Dos grandes aportes que cambiaron el rumbo del box.


Economista de la Universidad del Pacífico con maestría en periodismo por la Universidad de Gales (Reino Unido). Actualmente miembro del Consejo Consultivo del Grupo Stakeholders.

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